La plaza de la Villa de París, sede del Tribunal Supremo, era una fiesta a la llegada de los trabajadores y trabajadoras de Telemadrid sobre la 13 horas. Su camino esa mañana se había iniciado a las 9 horas en la sede de la televisión madrileña, en la ciudad de la Imagen.
Su primera gran parada era su clásico recorrido, con inicio en la Plaza de Jacinto Benavente y la Puerta del Sol, lugar donde se encuentra la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que ahora preside el señor del chalet en Marbella y antes lo hacia la Condesa de Bornos ( Esperanza Aguirre).
La gente aumentaba y las muestras de apoyo y cariño de los ciudadanos también, cada vez había más trabajadores de Telemadrid, muchos con toda su familia, niños pequeños, padres con hermanos y con amigos, pero sobre todo había esperanza, ilusión, ganas de que la resolución judicial fuera favorable.
La manifestación se acercaba al Tribunal Supremo, pero un poco antes tuvo otro punto de parada importante, la sede del Partido Popular en Genova, allí los gritos de ladrones, chorizos, fueron los predominantes. Mientras, cada vez se incorporaba más gente y quienes habían comenzado la marcha estaban más animados, siempre con la esperanza de que la sentencia fuera favorable.
Tras llegar a las puertas del Tribunal Supremo, eso sí ampliamente protegido por la policía que situó a los manifestantes a una buena distancia de la puerta principal del Tribunal, los trabajadores y trabajadores continuaron cantando, aplaudiendo y animándose unos a los otros.
El tiempo pasaba, no había noticias, entonces sobre las 13,40 llegó sigilosamente la noticia, alguien se acercó a mi y me dijo: “es improcedente, es improcedente”; en ese momento, llegó el silencio.
Un silencio que llevó a las lágrimas y a la decepción. Decepción en una justicia que vuelve a dar la espalda a los trabajadores, que vuelve a ponerse del lado de los poderosos, en este caso, de la Comunidad de Madrid.
Una justicia que ha olvidado que muchos de los trabajadores y trabajadoras de Telemadrid habían pasado procesos de selección, mientras que la mayor parte de los que hoy continúan en el ente no lo han hecho. Una justicia que da la espalda al sin sentido de un ERE que tiene un fin político, que pretendía destruir, desde el inicio, a una plantilla que se había mostrado contraria a acatar las continuas manipulaciones y engaños que los directivos pretendían aplicar. Una justicia que nuevamente abandona a 863 personas trabajadoras, que han luchado día a día en la calle para salvar sus puestos de trabajo y también para salvar una televisión pública que hoy está en manos de unos cuantos amigos del Partido Popular.
Una justicia que apoya a una administración que tendrá que hacer frente con el dinero de todos los madrileños y madrileñas a unas indemnizaciones que costarán casi lo mismo que el presupuesto anual de 2014 de Telemadrid. Una justicia que, en definitiva, abandona a los más débiles.
Y los más débiles son los trabajadores y trabajadoras que ayer mismo eran acusados por el consejero de la Comunidad de Madrid, Salvador Victoria, de realizar escraches ante el Tribunal Supremo, mientras él y su presidente llevan meses anunciando que si el ERE se declaraba nulo cerrarían Telemadrid.
Al final, a mí me queda el silencio, ese, que tras haber pasado ya muchas horas, no soy capaz de quitarme de la cabeza y que no para de seguirme mientras escribo este artículo. El silencio, que supone la muerte de una esperanza, la muerte de una ilusión; el silencio, que supone la muerte de una parte de la vida de muchos trabajadores y trabajadoras de Telemadrid.
Pero hoy, Carmen, Teresa, Jorge, Cristina y las 859 personas restantes, trabajadora de Telemadrid, tienen un lugar destacado en mi memoria, en mi pensamiento, por su honestidad, por su lucha, por su entrega a una causa que les ha llevado a estar siempre en la calle, reclamando su derecho a tener un trabajado en una televisión pública, sin manipulaciones y falsedades.
A todos, y a cada uno de ellos, mi abrazo, mi apoyo y mi admiración.