Estas son las mentiras que nos
cuentan:
1ª Mentira: La deuda pública es la
causante de la crisis.
Al contrario. La deuda pública,
que tampoco es tanta si la comparamos con la de Alemania y Francia, es
consecuencia de la crisis. Más concretamente, del dinero que el Estado ha
destinado a taponar los agujeros producidos por la banca y también del que se ha
tenido que dedicar a mitigar las situaciones originadas por el auge salvaje del
paro, originado en buena parte por el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Mientras que, por otra parte, ha habido una disminución drástica de los
ingresos del Estado, debido a la quiebra en cadena de miles de empresas que no
reciben los préstamos bancarios.
2ª Mentira: No hay más opción que
recortar
No es así. Se pueden y deben
incrementar los ingresos, especialmente si se persigue con eficacia el fraude
fiscal; y también se puede reducir la inversión militar, ahorrar en medicamentos
dando prioridad a los genéricos, ahorrar en energía, revisar los conciertos con
centros educativos de élite y las exenciones religiosas. Las políticas de
recortes en los servicios públicos obedecen a una opción ideológica, que
asfixian la economía de un país e incrementan el paro.
3ª Mentira: Sobran empleados
públicos
La realidad demuestra lo
contrario. En nuestro país, hay 6,5 empleados públicos por cada 100 habitantes,
mientras que en el resto de Europa hay 15.
4ª Mentira: Hay un exceso de
gasto público
En absoluto. Este argumento es
una burda generalización, que esconde el despilfarro en el que han incurrido
algunas administraciones, más preocupadas por la ostentación que por ofrecer
unos servicios de calidad. En 2010, el gasto público español equivalía al 45%
del PIB, 5,3 puntos por debajo de la media de los 27 países de la Unión
Europea. En lo que respecta al capítulo de personal, la mayoría de empleadas y
empleados públicos son mileuristas, o ni siquiera llegan a esa cifra a final de
mes.
5ª Mentira: La oferta privada
puede sustituir a la pública
Quienes defienden esta afirmación
esgrimen que el sector privado gestiona mejor que el público y resulta más barato.
Nada más alejado de la realidad. La crisis ya está demostrando los perjuicios
de las privatizaciones sobre los profesionales y los usuarios. La empresa
privada nunca asume los servicios que no generan beneficios, porque anteponen estos
últimos a la calidad de los mismos.
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